viernes, 22 de agosto de 2025

El misterio del reino

 El reino de los cielos fue anunciado desde al antigüo testamento. Lo cual podemos comprobar en:

Daniel 4:34 "Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades."  

Isaías 9: 6-7 "Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.  Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre;El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.";

Salmo 22:28 "Porque de Jehová es el reino, y él regirá las naciones.

Salmo 45:6 "Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre; Cetro de justicia es el cetro de tu reino".

El Dios que invita

Juan 14:6 "Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí."

Dios  se manifestó como el Dios que  busca principalmente en la misión mesiánica, acercando el reino a través de Cristo. Visitó a su pueblo en Jesús, buscó al pecador en Jesús, y llevó a través de Jesús a los perdidos a la bendición de su reino.

El Dios del reino de los cielos, había llamado a Israel al arrepentimiento de sus pecados, confrontándolo a través de los profetas, a los que no atendieron y de los cuales muchos fueron aniquilados.

El Dios del reino bajó entonces a la tierra en Cristo, a buscar a los que no escucharon su advertencia. Pasó del Dios que advierte, al Dios que busca ante la indiferencia del hombre.

El Dios del reino al bajar y buscar a los que no escucharon su advertencia, les invitó a volverse a él a través de la bendición mesiánica que es un don del reino. Juan llamó a dejar el pecado porque se acercaba el juicio; Jesús invitó a entrar en la bendición mesiánica. Sin embargo, la mayoría de los judíos siguieron pensando que el pecado depende del pecador, porque nunca pensaron en un mediador.

Mientras Juan el bautista llamó al arrepentimiento porque se acercaba un juicio, Jesús llamó a la aceptación de la bendición mesiánica para entrar a la eternidad. ¿Has aceptado esa invitación?

Bendecido Día.

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¿Cómo eludir el juicio venidero?

 "Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará." Lucas 3:17 R.V.


En la vida espiritual no basta con arrepentirse, es necesario convertirse.

En el arrepentimiento solo hay pesar por el pecado; en la conversión hay un cambio   de mente. Se da una vuelta total hacia Dios. Volver a la obediencia a la voluntad expresa de Dios. Es nuestra respuesta a la gracia de Dios. Solo el que se arrepiente y se convierte, eludirá el juicio venidero. Arrepentimiento genuino y fé. La verdadera conversión se manifiesta en rendición, santidad y actividad.

Una vez arrepentidos y convertidos,  el Espíritu Santo, a través de una obra sobrenatural, da el nuevo nacimiento.

El nuevo nacimiento es la transformación de nuestra naturaleza espiritual, lo cual resulta en vida eterna y una nueva perspectiva. 

Cuando las preocupaciones de la vida se convierten en el objetivo principal de nuestro interés, nos olvidamos del reino de Dios y es entonces cuando retornamos al pecado, al retornar al pecado enfrentaremos el juicio de Dios.

Solo los que se arrepienten, se convierten y tienen un nuevo nacimiento, eludirán el juicio divino.

Bendecido día.

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jueves, 21 de agosto de 2025

¿Qué implica la salvación para la eternidad?


Implica el mejor de los regalos, porque a través de esa salvación tendremos:

1. Liberación de nuestra condición mortal (seremos como los ángeles. Mateo 22:30). Esto es,  seremos  inmortales, no sufriremos debilidades físicas, ni  enfermedades, ni otras aflicciones.

2. Comunión perfeccionada con Dios. Totalmente separados del pecado y en gloria y santidad con el Creador y el Cordero.

En resumen, la salvación para la eternidad implica la redención del cuerpo y la restauración de la comunión con Dios, en un contexto santo y glorioso.

Por lo anterior, el no luchar por nuestra salvación significa perder la verdadera vida, la eterna.

Perder la vida eterna es perderlo todo.

Perderlo todo, es perderse así mismo.

Perderse así mismo es destruirnos y excluirnos de la presencia de Dios en su maravilloso reino. 

Bendecido día.

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El Dios paternal

No todos somos hijos de Dios aunque muchos piensen que sí. Más bien todos somos criaturas de Dios hechos a su imagen y semejanza. Ser hijo de Dios implica someternos a la soberanía completa del Creador, a través de una relación inseparable como discípulos de Cristo.

En Lucas 12:32 Jesús nos dijo: "No temáis manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha plácido daros el reino". La llama pequeña, porque la gran mayoría de las personas no están dispuestas a este sometimiento. Solo aquellos de verdadera fé, lo harán."

Cuando nos sometemos a la soberanía completa de Dios a través del don mesiánico, heredamos el reino. Ese sometimiento nos permitirá:

1. La participación en la soberanía ejercida sobre todo el mundo.

2. Compartir las bendiciones del reino. Todo ello dependerá de una relación actual con él Creador a través de su hijo.

Dios vino a buscarnos a través de su hijo, no porque fuese nuestro Padre, sino porque quería llegar a serlo. Fue Jesús quien nos enseñó que a través de él, de Jesús, seríamos hijos del Padre, y desde que llegó, nos enseñó a llamarle así, Padre nuestro. De manera que el reino de los cielos es de quienes conocen a Dios como Padre. De quienes el bien más elevado de la vida es el reino de Dios y su justicia y lo buscan frecuentemente.

En el antiguo testamento, Dios era el Padre de su primogénito: Israel. En el nuevo testamento, Dios no solo es el Padre de Jesucristo, su unigénito sino que es el Padre de todos los que tengan fé en Jesús y  amen y se esfuercen por estar en el reino, no importando su nacionalidad. Para ser hijo de Dios hay que ser discípulo de Cristo.

Por otro lado, su unigénito hijo nos advierte que para entrar en su reino, debemos:

1. Aceptar a Cristo como nuestro salvador.

2. Nacer de nuevo a través del Espíritu Santo y

3. cumplir la ley en su nuevo aspecto, dentro del cual tenemos: amar a nuestros enemigos, bendecir a los que nos maldicen, hacer el bien a quienes nos aborrecen y orar por los que nos ultrajan y nos persiguen. Por lo tanto, la paternidad de Dios pertenece solo a los que han respondido al amor divino y se han sometido al reino de Dios.

Por último recordemos, que nuestro Padre hace salir el sol sobre los buenos y los malos, y hace llover sobre los justos y los injustos. Mateo 5:45.

Bendecido día.

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¿Quiénes son hijos de Dios?


No todos somos hijos de Dios aunque muchos piensen que sí. Más bien, todos somos criaturas formadas por Dios. Ser hijo de Dios implica someternos a la soberanía completa del Creador, a través de una relación inseparable como discípulos de Cristo. En Lucas 12:32 Jesús nos dijo: "No temáis manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha plácido daros el reino". La llama pequeña, porque la gran mayoría de las personas no están dispuestas a este sometimiento. Solo aquellos de verdadera fé, lo harán.

Cuando nos sometemos a la soberanía completa de Dios a través del don mesiánico, heredamos el reino. Ese sometimiento nos permitirá:

1. La participación en la soberanía ejercida sobre todo el mundo. Los hijos de Dios, reinarán con Cristo en el nuevo siglo.

2. Compartir las bendiciones del reino. Todo ello dependerá de una relación actual con el Creador a través de Jesús .

Dios vino a buscarnos a través de su hijo, no porque fuese nuestro Padre, sino porque quería llegar a serlo. Fue Jesús quien nos enseñó que a través de él, de Jesús, seríamos hijos del Padre, y desde que llegó, nos enseñó a llamarle así, Padre nuestro. De manera que el reino de los cielos es de quienes conocen a Dios como Padre. De quienes el bien más elevado de la vida es el reino de Dios y su justicia y lo buscan frecuentemente.

En el antiguo testamento, Dios era el Padre de su primogénito, Israel. En el nuevo testamento, Dios no solo es el Padre de Jesucristo, su unigénito sino que es el Padre de todos los que amen y se esfuercen por estar en el reino, no importando su nacionalidad.

Por otro lado, su unigénito hijo nos advierte que para entrar en su reino, debemos:

1. Aceptar a Cristo como nuestro salvador.

2. Nacer de nuevo a través del Espíritu Santo.
3. cumplir la ley en su nuevo aspecto, dentro del cual tenemos: amar a nuestros enemigos, bendecir a los que nos maldicen, hacer el bien a quienes nos aborrecen y orar por los que nos ultrajan y nos persiguen. Para esto Jesús nos pone un ejemplo en Mateo 5:45 "nuestro Padre hace salir el sol sobre los buenos y los malos, y hace llover sobre los justos y los injustos".

Bendecido día

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Dios juzgará


Dios busca al pecador (bajó del cielo en la persona de Cristo) y le ofrece el don Mesiánico y el don del Reino, pero Dios es Dios de justicia retributiva, tanto para quienes aceptan como para quienes rechazan su gracia y su oferta.

Dios es amor que busca, pero amor santo que no puede pasar por alto el pecado, por lo tanto quienes rechazan su oferta, deben enfrentar un juicio. Dios nos da amor, Pero nosotros debemos responder a ese amor. Juan 3:26 "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna."

Cuando los cristianos presentamos a Jesús, realmente estamos enfrentando a las personas con Dios mismo, por lo que esta persona debe tomar una decisión ante la oferta. El resultado será la salvación o el juicio. Jesús mismo nos enseñó esa justicia retributiva en la proclamación del Reino. Ejemplo de ello lo encontramos en:

Mateo 25:34 "Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo".

Y en Mateo 25:41 "Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles."

El Padre ofrece el reino a través de su hijo. Unos gustarán entrar al reino ofrecido, y otros no. Las consecuencias de aceptar o rechazar el Reino se darán en el presente y en el futuro escatológico. Ambos juicios se derivan del gobierno soberano de Dios porque Dios es soberano.

Escatológico: Referente al final de los tiempos.

Bendecido día.

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