viernes, 22 de noviembre de 2013

La rebelión de Lucifer

La gracia del Padre, del hijo y del Santo Espíritu, abunde en vuestros corazones.

El Espíritu Santo, quien guía a toda verdad, me regaló el siguiente vídeo para compartir en el día de hoy, en vez de una enseñanza o prédica.  Espero que esta película comentada,  toque sus corazones como  tocó el mío, y les concientice sobre  a quien debemos  servir realmente; cómo debemos agradar a Yavhé; de qué y de quién nos tenemos que cuidar, y por qué debemos ser agradecidos con nuestro maravilloso Dios y con Jesús, su hijo, redentor de la humanidad caída.


Bendecido día.

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miércoles, 23 de octubre de 2013

La biblia es palabra segura

2ª de Pedro 1: 19-21


“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos, hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”.

La palabra profética más segura, se encuentra sin duda alguna, en las santas escrituras. En ellas nuestro Dios, utilizando las facultades del hombre, le inspira a través de su Santo Espíritu, a narrar, a contar, y a expresar sus propósitos con la humanidad.  Yahvé, nombre primitivo de Dios,  Se revela como Dios. Un Dios único. También como un Dios todo poderoso, creador de los cielos y de la tierra y de todo cuanto existe  -Elohim-; por último como un Dios Padre de todos los que a Él se acercan. Así nos lo dio a entender a través de Cristo.  Un padre  lleno de amor por la humanidad a la que hizo a su imagen y semejanza. Tal  es su amor por la humanidad, que aún entrega a su propio hijo para rescatarla.

El apóstol Pedro, confirma en estos versículos,  a las santas escrituras como palabra profética segura, en la cual podemos depositar nuestra esperanza, a través de la fe, revelada en la misma, como un don especial de Dios.  Da a entender, que estamos en un lugar oscuro, que así se halla el actual mundo; lleno de conflictos, incertidumbres, maldad y todo tipo de pecado, pero que esa palabra, es como una antorcha o una luz, que nos permite orientarnos con seguridad hasta nuestra muerte o hasta la venida de nuestro Señor Jesús, en medio de esa oscuridad.  En este caso, Jesús,  es el lucero de la mañana, resplandeciente, en un nuevo periodo que viviremos, con aspecto de día eterno, después del juicio.

A esta palabra debemos estar atentos, porque ella es la luz que nos permite romper la inseguridad en medio de la oscuridad que vivimos, y muestra el camino a seguir. 

Cuando nos encontramos en un cuarto completamente oscuro, sin la mínima expresión de luz,  la sensación que experimentamos es  de inseguridad, de temor.  Aun cuando tengamos ojos, no vemos, porque nuestros ojos ven gracias a la claridad o al resplandor de la luz.  La oscuridad no se experimenta por la carencia  de ojos, sino por  la ausencia de luz.  Aunque necesitamos de los ojos para poder observar lo que la luz permite reflejar.  Jesús es la luz, y con su luz, permite que también seamos luz en medio de la oscuridad.  Su palabra es luz, porque le revela a él y a nuestro padre celestial, y en estos seres sólo hay luz y ninguna oscuridad, por lo tanto, lo que sale de sus bocas, sólo es luz.

Resta decir que la biblia es palabra segura, porque las profecías que en ella hay, no son profecías que cualquiera pretenda interpretar a su manera, sino que es una sola su interpretación, puesto que fue dada por inspiración divina.  Su interpretación es solo el propósito de Dios, que es revelado a hombres bajo la unción del Espíritu Santo, para que el mensaje sea emitido a todos los hombres y mujeres del mundo, y acogido  en el corazón por los que van a formar la iglesia del Señor.

El estar atento a esta antorcha, implica la lectura diaria de las Santas escrituras; antorcha que además se constituye también en espada para el Espíritu, uno de los elementos con que vecemos al enemigo. Pero la biblia es también verdad, esperanza y vida; es principio ético y norma de convivencia.  Es un parámetro de relación con Dios.  Es el libro que revela a Dios y marca el sendero de la salvación para vida eterna. Es palabra de Dios mismo y alimento de fe.  Estudiar la biblia, meditar su contenido y obedecer sus mandatos y preceptos,  constituye en las personas, un estilo de vida.  Lámpara es a mis pies tus palabras y lumbrera a mi camino,  Salmo 119: 105.}

Bendecido día.

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lunes, 1 de abril de 2013

EL TESORO ESCONDIDO

Mateo 13:44

"Además el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende lo que tiene y compra aquel campo".

El reino de los cielos es un tesoro escondido en el universo.  Un tesoro que no se ve representado corporalmente en el mundo físico porque 
es espiritual; el que lo halla lo guarda en su corazón y solo lo da a conocer con su testimonio de vida y con  la palabra bíblica, iluminado y guiado por el Espíritu de Dios.  Cuando hallamos este tesoro, nuestra reacción inmediata es esconderlo; a veces por un poco de tiempo; a veces  por mayor cantidad de tiempo; y no falta quien lo vuelva a esconder para todo el resto de su existencia. Son muchos los que muestran indiferencia ante este gran tesoro. Pero,  ¿Por qué esconderlo?   Veamos las razones.

Cuando el reino de los cielos nos sorprende en medio de nuestra vida  pecaminosa, gracias a que el Espíritu Santo nos convence de pecados,  <Juan 16: 7-8:>,  nos encontramos llevando cargas muy pesadas, las que probablemente no podremos soltar de manera inmediata.  Estas cargas nos impiden apropiarnos de forma rápida de ese gran tesoro que es la salvación, porque han ocupado un espacio en nuestra vida durante mucho tiempo, y han representado un  peso significativo y de gran influencia.  Tendríamos que deshacernos primero de ellas, venderlas,  para poder atesorar lo que hemos hallado.  Necesitaríamos además, reunir el "dinero" para comprar el tesoro, que resulta ser más llamativo que las cargas que llevamos encima.

Vender o dejar estas cargas, significa dejar las cosas que nos representaban placer; dejar pecados, dejar afanes, dejar ansias de riquezas, dejar bienes materiales si es del caso; incluso, hasta apartarnos de ciertas personas, y en ocasiones, de nuestra misma familia, para disfrutar del campo y su tesoro.  En pocas palabras, dejar el mundo y su concupiscencia.

El campo, específicamente hablando,  es el tercer cielo que hace parte del universo.  El primer cielo, es el atmosférico o el de la troposfera que contiene el aire que respiramos; el segundo cielo es el firmamento donde se encuentran los astros; y el tercer cielo, es el lugar habitado por Dios y sus ángeles. <2a. de Corintios 12:2>.  Este último cielo tiene un reino, y el reino de ese cielo representa el tesoro escondido de la parábola; un tesoro que aunque esté en el cielo, tiene influencia espiritual en la tierra, directamente en nuestros corazones. Este tesoro no está escondido para los que están en el cielo; este tesoro está escondido para que lo busquemos los que estamos en la tierra, y una vez encontrado, lo compartamos con los que nos rodean. Tenemos que revelar ese tesoro a todo semejante que lo desconozca.  Es una de las misiones encomendadas por Cristo, <Mateo 28:19>. El tesoro es entonces el reino de Dios que viene a reinar en nuestros corazones, aunque proceda del cielo. El reino de los cielos es el reinado de Dios con todos sus beneficios: compasión, misericordia,  piedad, justicia y amor. El reino de Dios es su gobierno en nosotros. Es su gran influencia en nuestras vidas.

No disfrutaremos del tesoro que se nos ofrece en el campo, si no ganamos el campo, es decir, si no ganamos el cielo que es  el estado, por decirlo así,  gobernado personal y directamente  por nuestro Dios, Jehová de los Ejércitos. Y para ello deberemos dejar muchas cosas que no han sido conforme a la voluntad de Dios.  Eso es vender.

Ahora bien, para "comprar" ese campo que es el tercer cielo y poder disfrutar de su tesoro -el reino de Dios-, debemos comenzar a ajustar muchas cosas en nuestra vida. ¿Cuáles son esas cosas?  Esas cosas son: nuestra manera de ver el mundo, de relacionarnos con ese mundo; nuestro hablar, nuestro vestir, nuestro sentir, nuestros pensamientos,  la manera como trabajamos, la relación con Dios mismo.  Todo esto, entre otras.

No hay duda de que para obtener el tesoro, debemos comprar el campo, y comprar el campo no será fácil, de ahí, que una vez hallado el tesoro, debemos esconderlo por un poco de tiempo, mientras con la ayuda del Espíritu Santo, que viene a morar en nosotros después que recibimos a Cristo como Salvador, y quien nos guía a toda verdad, comenzaremos a "vender" lo que hemos venido cargando durante mucho tiempo, quizás, y haremos lo necesario, a través de una nueva vida en Cristo, para adquirir tan significativo tesoro.  Pero esto no es fácil.  Tendremos que pasar por un largo camino de peregrinación antes de que podamos cumplir el objetivo.  Tendremos que ir adquiriendo la santidad, en primer lugar, para ser merecedores del galardón.  Porque sin santidad nadie verá a Dios, y Dios y su reino es el tesoro escondido de la parábola.

Este tesoro no es cualquier tesoro, sino que es un tesoro único e incomparable, imposible de ofrecer por los sistemas de este mundo, porque este tesoro ofrece salvación y vida eterna.  Una vida de gozo, dicha, felicidad y bienaventuranzas, al lado del gran rey que conmocionó al mundo.  Jesucristo, el hijo del Dios de los cielos, quien bajó el tesoro para que lo halláramos, haciéndose hombre y dándose en sacrificio por el perdón de nuestros pecados, por la cura de nuestras enfermedades, por sus llagas somos sanos;  y por la abolición de nuestros sufrimientos, su sufrimiento en la cruz, abolió el nuestro.

Jesús nos rescata de la muerte segura y nos hace parte de su reino, otorgándonos los beneficios del tercer cielo.  Nos otorga la ciudadanía celestial, a través de la fe.  El reino de Dios traspasa los cielos y llega a nuestros corazones, entra en ellos y los transforma, y los enamora, pero nosotros también tenemos que hacer una parte, y es aceptar a Cristo como nuestro salvador, vender lo que nos alejaba de él, y comprar el cielo con nuestra santidad.


2a. de Corintios 12:2: Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. 

Mateo 28: 19:  Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;

Si deseas recibir a Cristo como salvador, te propongo hacer la oración de fe que se encuentra en la columna derecho, parte inferior de esta página.

Dios os bendiga y os guarde.

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