No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano. Éxodo 20:7 Tercer mandamiento de la ley de Dios.
Sea pronunciado el nombre de Dios para invocarle en caso de necesidad; para bendecirle, agradecerle, alabarle, glorificarle, honrarle y adorarle. Jamás para ponerle como testigo o garantía de un hecho en el que no es necesario hacerlo; de un hecho infructuoso o inútil. Jesús fue más allá de este mandamiento, cuando en Mateo 5: 4-37, expresó: "Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera;ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.
Lo que Jesús realmente quiso decir es que tenemos que ser íntegros en nuestras palabras, en nuestras afirmaciones, para que no caigamos en condenación. Y no jurar el cumplimiento de promesas, cuando el futuro es de Dios y las cosas están bajo su potestad. Debemos hablar con la verdad como Jesús. Todo lo que tenga relación directa con Dios, es también sagrado y debe respetarse. Cuando le amamos y nos profesamos cristianos, pero no hacemos su voluntad, ya sea por ignorancia o premeditadamente, estamos tomando el nombre del Padre en vano. Su nombre es santo, supremamente santo cómo lo es él. El nombre de Dios representa su gloria y su majestad.
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