"Éxodo 20:4-6. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos."
Analizando estos versículos, que constituyen el segundo mandamiento de la ley de Dios, me preguntaba: ¿Qué puede haber arriba en los cielos? ¿Qué puede haber abajo en la tierra? ¿Qué puede haber en las aguas? Y ¿Qué puede haber debajo de la tierra, que tenga mayor fuerza y poder que Dios mismo? Por qué el hombre, a través de la historia, se ha empeñado en tallar imágenes para adorarlas?
Si Dios nos prohíbe hacernos imágenes de lo que hay arriba, en el cielo, es porque ni siquiera está de acuerdo con el hecho de que hagamos imagen de su imagen. Dios es Espíritu, y los verdaderos adoradores deben adorarle en espíritu y en verdad. Luego entonces, no son necesarias las imágenes hechas por manos de hombre, puesto que no tienen poder sobrenatural, y porque Dios está presente espiritualmente en todas partes, especialmente cuando le invocamos. Bien lo dice el Salmo 115: 4-8: Los ídolos de ellos son plata y oro,Obra de manos de hombres. Tienen boca, mas no hablan;Tienen ojos, mas no ven; Orejas tienen, mas no oyen;Tienen narices, mas no huelen; Manos tienen, mas no palpan;Tienen pies, mas no andan;No hablan con su garganta. Semejantes a ellos son los que los hacen,Y cualquiera que confía en ellos. Este salmo nos advierte del error del hombre.
Pero hoy en día, no son solo las imágenes talladas a las que algunos tienen por ídolos. Hoy existen muchos ídolos representados en gustos, hábitos, vicios, costumbres, modas y aficiones. Hoy en día el hombre hace del trabajo, del poder, del prestigio, del deporte, de las canciones, del dinero y de las vestimentas, un ídolo, y todo aquello a lo que el hombre le de prioridad, antes que a su creador, se considera un ídolo. La pregunta sería: ¿A qué le estamos dando prioridad en nuestras vidas? Dónde esté nuestro tesoro, ahí estará nuestro corazón, reza la biblia.
Concluyendo: Dios es celoso porque nos ama profundamente. Quiere evitar en nosotros errores y pecados. No quiere que se pierda la obra de sus manos. Él nos creó. Somos hechura suya, de nadie más. Y no solo nos creó a nosotros, sino también, creó todo el escenario donde nos habríamos de desarrollar, de expandir y de prolongar. Además, solo él tiene el poder para salvarnos del pecado y llevarnos a la eternidad tan anhelada con nuestro Señor Jesucristo. Por eso, la fidelidad hacia él debe ser lo máximo en nuestra vida. La paz de Cristo con vosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario